Algunos nostálgicos no paran de recordar las "cosas buenas" (*) que tuvo la época del general Franco (indiferentemente de la cantidad brutal de fusilamientos que autorizó, el muy cabrón...).
Pero también hizo o dejó hacer muchas barbaridades, por ejemplo urbanísticas. Como cuando, debido a la prohibición que tenían los propietarios inmobiliarios de incrementar los alquileres de las viviendas que tenían arrendadas, para compensarles, el alcalde Porcioles les permitió aumentar la altura máxima de las fachadas, fijada en 20 metros en el Plan Cerdá (que originalmente ya era de solo 16), y dejarles construir áticos y sobreáticos en los edificios ya existentes en el "Eixample", el Ensanche cuadriculado de Barcelona. (En la imagen, la esquina del Paseo de Gracia con Aragón, cuya casa rompe y casi esconde la estética de las magníficas fincas modernistas de al lado (Casa Amatller, de Puig i Cadafalch, y Casa Batlló, de Gaudí).
Como que dichos propietarios, y para ahorrar en la nueva obra de remonte, en muchos casos no respetaron la arquitectura original, esto dió paso a unos "pegotes" visuales que rompían la estética de muchas fincas del Ensanche. Y que la altura máxima había sido fijada en función de la anchura de las vías urbanas, para que el sol llegara a todos los pisos y que daba uniformidad a las calles.
Otra barbaridad fue autorizar también a los propietarios a sustituir las puertas principales (que algunas eran pequeñas obras de arte en madera o hierro forjado, caras de mantener) por unas horripilantes puertas modernas en aluminio barato y vidrio, que solo las recordabas cuando ibas a cagar: porqué eran (son) una auténtica mierda...
Hoy me ha salido la vena arquitectónico-modernista, urbana y catalana...
Coronel Von Rohaut
(*) Como los pantanos. Todos los dictadores han tenido una inclinación o debilidad hacía las grandes obras públicas, como Hitler con las autopistas.
domingo, enero 12, 2014
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