jueves, agosto 04, 2011
El confort y el peligro en las guerras son inversamente proporcionales
Al ver las fotos de un gran avión como el "Nimrod" pensaba yo lo cómodo que es hacer la guerra en una de estas máquinas. Incluso en un avión de caza como el "F-15", si bien el esfuerzo físico es muy superior (*), intenso pero relativamente corto, el piloto sabe que al cabo de unas pocas horas estará en la cantina de su base, si no lo han derribado, claro (**).
Y cuando veo uno de estos majestuosos portaaviones grandes como una ciudad, con sus supermercados a bordo, cines, etc.; o incluso un "destroyer" con bastantes comodidades. O bien un submarino nuclear, que nada tiene que ver con los sumergibles antiguos, y permite soportar el peligro, relativo, con cierto confort, siento envidia.
Un soldado sacando la cabeza por encima de la torreta de su blindado, si bien no tiene que andar, ya me hace pensar "joder, chaval, como te den te dejan frito...".
Luego, ya cuando percibo un infante, cargado con 30 kilos de impedimenta y arrastrándose bajo el sol o sobre el polvo (si no ha llovido, que entonces ya es la hostia...), empiezo a pensar que esto de la guerra, a pesar de toda mi mística guerrera, ya no es para mi y ello desde hace bastantes años. ¡Y maldita sea mi estampa!
Pero cuando veo un "commando" saltando en paracaídas desde gran altura y bajando en caída libre sobre territorio hostil y luego arrastrándose por el fango o saliendo a nado sobre las rocas de una costa lejana y desconocida, me digo "¡Qué cojones!". Y flipo.
Y si se trata de un "sniper" o francotirador en acción encubierta tras las líneas enemigas, vestido de camuflaje e inmóvil, a veces durante varios días, cagándose y meándose encima para no ser visto y perder la ocasión de abatir un buen objetivo, ya entonces es que hasta yo me cago por solidaridad... y de miedo.
Coronel Von Rohaut
(*) Un piloto de un caza a reacción pierde más de un kilo de peso en cada vuelo y al regresar ha de dejar para lavar su ropa interior, mojada de sudor.
(**) Durante la guerra civil de España, un piloto de la Aviación Legionaria Italiana de Mussolini destinado en San Sebastián (zona nacional o sublevada como se decía entonces), escribía en su diario: "A las tal horas despegamos hacía Bilbao. A las tal más tantos minutos soltamos nuestras bombas sobre el pueblo cual e iniciamos el regreso hacía nuestra base. A las tantas estamos cómodamente sentados en el bar de fulano, en el Paseo Marítimo, tomándonos unos langostinos".
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