miércoles, enero 02, 2013

Poderes mutantes y poderes menguantes

Mientras yo inicio el año, sin la "Ishka" y triste y decaído por ello, así como con un aumento de los achaques y limitaciones físicas cada vez más constrictivas debidas al imparable incremento de la edad, y es lo que yo llamo mis poderes menguantes, la civilización y la tecnología no paran de crecer (no sabría decir si la tecnología en detrimento de la civilización humana...).

Ahora el Pentágono está realizando pruebas de un artilugio mecánico, llamado "exoesqueleto" o esqueleto humano exterior, metálico y destinado a proporcionar a los soldados (los humanos) mayor fuerza, potencia o capacidad de  moverse y de trasladar grandes pesos.

Y las autoridades ya están previniendo que, a no muy lejano futuro, los campos de batalla, que ahora ya ven a los "drones" o aviones no tripulados y robotizados combatiendo a los terroristas, así como a los pilotos de aviación que realizan vuelos de larga duración dopados con preparados anfetamínicos como la "Dexedrina" (*), verán llegar cyberarmas (que ya se están probando) y hasta cyborgs o combatientes cybernéticos.

Unos campos de batalla con pilotos dopados con anfetaminas (que además de reducir el cansancio incrementan la hostilidad y agresividad), tropas de infantería cybernéticas y comandantes cuyos cerebros hayan sido manipulados psicológica y químicamente para darles mayores niveles de capacidad táctica. Y las investigaciones en robótica y en biomedicina conseguirán crear el perfecto guerrero, mitad hombre y mitad máquina.

Este futuro de poderes mutantes yo ya no lo veré y a Dios daré gracias por ello.

No puedo evitarlo, soy un romántico.

Coronel Von Rohaut

(*) La metanfetamina ya se utilizó en los pilotos en los años 20 del pasado siglo para combatir la fatiga y, más o menos prohibida, se ha seguido utilizando. Los estudiantes antiguos, de antes de la prohibición de su comercialización libre, tomaban "Simpatina" para no dormirse durante las horas de estudio previas a un examen; y a las tropas alemanas se la proporcionaban antes de emprender un ataque de la "Guerra Relámpago": conseguían varias horas seguidas de alerta y esfuerzo máximo si bien al terminar su efecto los soldados entraba en un gran sopor y decaimiento, pero ya habían cumplido su misión.

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