En los años '50, deslumbrados por los adelantos técnicos, algunos diseñadores de aviones de combate dejaron de instalar cañones o ametralladoras pesadas en los nuevos reactores, fiándolo todo a los nuevos "missiles" dirigidos o cohetes "aire-aire".
Los de auto-guiado infra-rojo, que son atraídos por la tobera del reactor (o cualquier punto caliente del avión o vehículo enemigo), para el combate "dog fight" o combate acrobático cercano, y los de guiado por radar, para disparos más lejanos.
Pero en la guerra de Vietnam se comprobó que esta técnica tenía fallos: por ejemplo, cuando se efectuaba un disparo muy cercano, el "missil" no tenía tiempo de armar su espoleta y no explotaba. Por lo que se volvió a diseñar los aviones con un cañón interno y a los que no lo tenían se les instalaba un "pod" externo o contenedor situado debajo del fuselaje, con el cañón y la munición.
Incluso en los cazas más modernos como los de superioridad aérea tales como los magníficos y letales
F-15, o hasta en los mega-modernos y sofisticados
F-22, se sigue montando un cañón, de 20 o 30 mm. y, en el caso de los americanos, multitubo rotativo.
Porqué un "missil" (imprescindible para disparos lejanos e incluso, ahora, hasta más allá del horizonte) a pesar de los adelantos técnicos, puede fallar. Y a los guiados por infra-rojos les puede engañar el avión perseguido soltando bengalas de gran poder lumínico que desvían al "missil" disparado, mientras que a los guiados por radar se les puede desviar con contra-medidas electrónicas también emitidas por el aparato atacado. Pero las balas de cañón, si están bien apuntadas (y aquí ya interviene más la habilidad del factor humano), van directas al blanco y no las desvía ni Dios.
Coronel Von Rohaut
jueves, septiembre 17, 2009
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