Esta figura del Defensor del Pueblo fue una creación ochocentista de los países escandinavos, ampliada en los opulentos y ya pasados tiempos de la socialdemocracia y del inflacionado estado del bienestar, y fruto de una herencia cultural propia, con la que nos unen pocos lazos a los países mediterráneos, ni mejores ni peores (en según qué...).
En España es un organismo donde dar cobijo a amigos y "patums" o personajes públicos amortizados a los que se les quiere dar una jubilación dorada.
Pero de cara al pobre ciudadano que tiene un problema con su ayuntamiento que no le hace caso o su gobierno que le roba, y ya no digamos con la Telefónica o Endesa, el Defensor no soluciona absolutamente nada de nada. Porqué, de ser eficaz, muchos políticos, alcaldes y ministros, así como casi todos los banqueros y presidentes de grandes Corporaciones de servicios públicos, estarían en la cárcel masturbándose.
Peor aún, el Defensor español, en sus dos últimos representantes, es un claro y declarado enemigo de una parte importante de la ciudadanía del estado, la nacionalista periférica. Especialmente el amargado, restriñido y vengativo Enrique Múgica, azote de vascos y catalanes, ex socialista que floreció bajo el PP, con cuyas doctrinas ultranacionalistas españolas comulgaba. Y que en lugar de "defenderlos", los llevó al Tribunal Supremo para condenarlos.
Pero también el Síndic catalán no sirve para otra cosa que para hacer un informe anual en el que, estadística y farragosamente, resume las reclamaciones que su Oficina ha recibido...
En una próxima República catalana nos podemos ahorrar este nido de funcionarios parásitos y la gente que solvente sus problemas en los juzgados o con la ayuda de cualquier unión de consumidores que, haberlas, haylas.
Coronel Von Rohaut
jueves, abril 26, 2012
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario