Cercano a su total jubilación, una vista curiosa y poco habitual del avión conocido como uno de los "más brutalmente efectivos aviones jamás inventado para alcanzar objetivos o blancos en el suelo".
Equipado con un cañón terrorífico de 30 mm. (de tubos giratorios tipo Gatling), más cohetes (*), missiles y bombas, en el año 2008 y durante un combate en Afghanistan, un único sargento de Fuerzas Especiales llamó en 70 ocasiones a los A-10 para realizar ataques de apoyo al suelo, que causaron 270 bajas entre los insurgentes atacantes.
Ahora se está intentando robotizar su funcionamiento para que un solo JTAC (Controlador Terminal de Ataque Aéreo), que es el soldado especialista que, desde el suelo y cerca del objetivo a batir, coordina al apoyo aéreo, lo pueda dirigir (con o sin piloto humano en el avión) y evitar las decenas de personas que intervienen antes que una sola bomba sea largada en Afghanistan, como controladores que coordinan por radio, oficiales que hacen un doble chequeo sobre mapas digitales, pilotos que supervisan la escena con cámaras desde las alturas, analistas de inteligencia que discuten los metros de película filmada en un "chat-room" seguro en alguna base, abogados militares que se aseguran que el ataque cumpla con las leyes de guerra, comandantes de estado mayor que evalúan los beneficios del ataque frente a los riesgos de bombardear civiles y causar "daños colaterales", etc.
Laborioso, farragoso, caro y que ralentiza, a veces trágicamente, el uso del apoyo aéreo.
La nueva táctica se llamaría PCAS o "Persistent Close Air Support" y devolvería al apoyo aéreo cercano su inmediatez, como era el caso en Vietnam y en el mismo Afghanistan hasta la exageración de las medidas de precaución.
Coronel Von Rohaut
(*) O "roquetas", de "rocket", como dicen en latinoamérica.
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