Bajo todos los puntos de vista, tanto de cooperación política europea como de "economía de escala", la cual dice que poder fabricar más cantidad de unidades rebaja los costes unitarios, unificar e integrar la construcción de materiales bélicos en Europa debería ser beneficioso. Y yo, humildemente, siempre lo he defendido y propugnado.
Y todos los teóricos y analistas coinciden en que cada uno de los países europeos, por separado, es demasiado pequeño para poder jugar en la primera división mundial. Y es cierto, en teoría...
Por ejemplo, ahora se desprende que Francia hizo muy bien al desvincularse del programa de "avión de combate europeo" y optar por "volar" a solas con el proyecto "Rafale".
Francia decidió que sus fuerzas aéreas tenían unas necesidades específicas que no tenían otros países, como el poder disponer de una versión naval o "catobar", para ser operada desde portaaviones con catapulta, así como el deseo de gestionar sus propias tecnologías (y privilegiar su fabricante nacional "Avions Marcel Dassault"). Y se desvinculó del programa "Eurofighter" que ha llevado a cabo un consorcio formado por el Reino Unido (que ahora, para sus futuros portaaviones, tendrá que comprar el Rafale o depender de los USA y adquirir la versión naval del futuro F-35 que no para de acumular retrasos e incrementos de coste), Alemania, Italia y España.
Al gobierno francés, entre el precio de compra para una adquisición programada de 286 unidades de "Rafale", más los gastos de desarrollo, I+D, etc., cada avión le saldrá a 135 millones de euros, lo que es una barbaridad, y este precio, más las presiones americanas sobre los posibles clientes, está dificultando mucho la exportación del avión. Pero es que si hubiera optado por el "Eurofighter" Typhoon, la factura le hubiera salido por un 50% más cara, debido a la política de "justo retorno industrial", por el que cada país exige para su industria nacional una carga de trabajo similar al porcentaje de los pedidos formulados.
Algo parecido sucede con los programas de Airbus Industries, que cada país integrante del consorcio exige que se fabriquen en su territorio tantas partes o componentes de los aviones como porcentaje tiene en el capital de la empresa y luego hay que transportar dichos componentes arriba y abajo, hasta terminar su ensamblado final en la planta principal de EADS, en Toulouse (Francia). Lo que, además de hinchar los costes de producción, convierte la logística y programación industrial en un auténtico caos, aparte de los "egos" y celos de cada parcela nacional de dirección.
Y las cualidades para el combate del "Typhoon" (foto de abajo, una unidad del ejército español) no son superiores a las del "Rafale" (foto de arriba, emparejado en formación a un "Mirage 2000" en los cielos y sobre las impresionantes montañas de Afghanistan), si no más bien lo contrario.
También Suecia, país seis veces más pequeño que Francia tanto por población como por PIB, pero orgullosa de su independencia, ha querido conservar su industria aeronáutica militar propia y ha dado nacimiento a los "Saab" Draken, Viggen y actualmente el Gripen que, además están consiguiendo exportarlo.
Mientras que los Países Bajos, de volumen parecido al de Suecia y que también tenía su industria propia de aviones de combate, la "Fokker", después de la guerra renunció a mantenerla y desde entonces, para su defensa aérea, depende de los materiales primero británicos y actualmente americanos.
Coronel Von Rohaut
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