viernes, febrero 22, 2013

"La función española por excelencia"

En el artículo de 1873 (y ya ha llovido), que recuerda hoy el periodista y profesor universitario J.M. Casasús, escrito por Valentí Almirall, uno de los padres del catalanismo moderno, el autor ya se quejaba, entonces, que el Madrid de siempre quisiera imponer este espectáculo cruel y sanguinario de las "corridas de toros" y se preguntaba, inocente él, si la República (la de entonces, la Primera y Federal de 1873) acabaría con tal espectáculo bochornoso.

Pues no, mi querido Valentí (autor, entre otros libros importantes, de "Lo catalanisme", y estudios sobre los federalismos suizo y americano), ni acabó, ni España se civilizó, y hasta ahora.

Reproduzco, abajo, el artículo completo, publicado en "El Estado Catalán", para que se avergüencen los españolitos del año 2013.

Coronel Von Rohaut

Toros
Ayer estuvo Madrid de fiesta. Dábase por segunda vez en esta temporada el espectáculo nacional por excelencia, ese espectáculo que, si ha sido combatido por hombres ilustres, por otros no menos ilustres ha sido defendido, llevándose la victoria, al decir de los aficionados, estos últimos, y todo Madrid, ese Madrid aristocrático y banquero, ese Madrid que, a pesar del estado de la nación, rebosa alegría y bienestar por todos los poros, se trasladó a la plaza.

La ancha calle de Alcalá cuajada de carruajes de toda clase que iban y venían corriendo como diablos y atropellando a todo el mundo; esos carruajes, cuajados de gente que llevaba pintada en el rostro la alegría; esas damas y medias damas que sólo cambian el sombrero por la mantilla para ir a los toros o al confesionario, las dos cosas españolas por excelencia; […] Y la función empieza. Y sale la fiera, y derriba caballos y jinetes, y se la adorna con los palillos, y halla la muerte en la punta de la espada, y la animación crece, y los hombres de bien se frotan las manos de contento; contento doble, ya que a un tiempo miran la función que más les gusta, y al pueblo tragando el veneno que con la diversión le propinan, y que ha de ponerle más blando que un guante para seguir siendo materia explotable. Y tras un toro sale otro toro, y otro y otro, y todos dan juego, y alguno manda a algún infeliz a la enfermería o al otro mundo, en cuyo caso el veneno es más activo, y acaba la función entre la misma admiración con que empezara, y todo el mundo se va satisfecho y España ha ganado un nuevo timbre de gloria, pues ha celebrado una vez más la función española por excelencia.
¿Cuándo se acabarán en España las corridas de toros? ¿Cuándo dejará nuestro pueblo de dejarse llevar a ese espectáculo, inventado en los tiempos que se le quería embrutecer para dominarle? ¿Cuándo sabremos evitar que los extranjeros vengan a presenciar espectáculos en que se derrama sangre? ¡Ojalá que la nueva república pueda ostentar entre sus timbres el haber contribuido a la extinción de las corridas de toros!
Valentí Almirall 1873

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