Quemando las propias naves, dinamitando los puentes

Algunos, en alguna ocasión, habían entrevisto la lejana, pero factible, posibilidad de aceptar la independencia de facto de Catalunya, con la creación y disposición de todos los instrumentos propios de la soberanía nacional, pero conservando una confederación con España a través del lazo, más simbólico y sentimental que real, de una monarquía conjunta y compartida.

Con el ejemplo de la Reina de la Gran Bretaña que lo es, también y simultáneamente, de Australia y de Canadá y a pesar que ambos dos países son totalmente soberanos, la Corona del Borbón sería el nexo entre España y la recién emancipada Catalunya. Incluso éste podría reinar en Catalunya con el título, legítimo, de Conde de Barcelona...

Si esto podía satisfacer el orgullo español y a cambio nos facilitaba o era la única posibilidad no violenta de la consecución de un estado propio para los catalanes, yo hasta hubiera podido aceptarlo.
Tapándome la nariz, pero más vale pájaro en mano... (*).

Pero el muy cerdo, con su enconada defensa de una falsa unidad de España (que jamás ha existido si no ha sido impuesta por la fuerza de las armas), con su desprecio hacía las justas y legítimas demandas catalanas, tachándolas de "quimeras", ha quemado sus naves y a hecho saltar los frágiles puentes que nos hubieran podido unir.

Con su pan se lo coma y en su pecado encontrará su penitencia. Al final, los ultranacionalistas españoles acabarán igualmente por echarle y tendrá que volver a exiliarse como antes ya han hecho tantos Borbones...

¡ Ala, a la mierda, Juancar... !

Coronel von Rohaut

(*) No sé si esto es lo que dijo Michael Collins en 1921.