Un día llegábamos a New York con mi esposa y unos matrimonios amigos y en el aeropuerto Kennedy estábamos esperando en la cola para coger unos taxis y se nos acercó un caballero y nos preguntó cuantos éramos. Al decírselo nos respondió que por lo que nos iban a costar un par de taxis él nos llevaba a todos en su "limousine", un Lincoln blanco, donde quisiéramos.
Dicho y hecho, y llegamos al hotel donde un portero nos abrió ceremoniosamente la puerta del coche.
Es verdad que no hay mejor manera de entrar en Manhattan que en "limousine"...
Coronel Von Rohaut
lunes, noviembre 20, 2017
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