Es lo que dice un periodista que cuenta que estando en un restaurante de cierto nivel, entraron dos parejas jóvenes y bien arregladas, ellos con pinta de pijos o "snobs" y, al hacer el encargo y obviando la carta de vinos, pidieron un "Lambrusco"; naturalmente y ante la categoría del establecimiento, les dijeron que ni lo tenían ni jamás lo habían tenido (*).
El camarero les recomendó un vino relativamente sencillo, pero el petimetre dijo que no, que prefería uno de 25 euros. Ante el asombro del camarero y después, por cierto, de haber rechazado la primera botella diciendo que estaba "picado" (y no lo estaba como se aseguró el encargado del restaurante), lo mezclaron con "coca cola", lo que se supone que era una manera de "lambrusquearlo".
El camarero le contó luego al periodista que imágenes como esta eran muy habituales en tiempos de la "burbuja inmobiliaria", cuando llegaron a posiciones de nivel personas sin ninguna preparación, patanes enriquecidos. Parecería que ahora esto tendría que haber disminuido, pero no ha desaparecido: no hemos aprendido nada.
Coronel Von Rohaut
(*) Yo tengo amigos que rechazan beberse tal brebaje, supongo que por barato. Yo, en verano y con según que comestibles propios de la época, me lo tomo gustoso ya que, espumoso y de baja graduación, me lo puedo beber en grandes y refrescantes cantidades; igual como me encanta el "vino con gaseosa" (el castizo "tinto de verano") para lo que es preferible un vino sencillo y barato; con un reserva hasta tiene mal paladar o sea que, a veces, mejor un vino de garrafa.
martes, mayo 14, 2013
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