No hay más sordo que el que no quiere escuchar

No estaba yo todavía repuesto del esfuerzo mental de mi parida anterior, cuando he tenido que discutirme con un conocido, compañero de bar.

Se me olvidaba decir que en mi barrio, ergo en mi café/bar habitual, está lleno de "peperos", catalanes equivocados y demás gentes de mal vivir, incluidos algunos, pocos, seguidores "pericos". Y, naturalmente, de españoles puros, que están en su derecho de defender lo que consideran suyo, pero que lo confiesen.

Posiblemente por mi falta de convicción, dificultad en exponer con total claridad la certitud y exactitud de mis argumentos o quizás, y no lo descarto, la imposibilidad de superar algunos cuadros mentales, los "frames" que diría Lakoff, impresos en el pensamiento y los hábitos de algunas personas tras siglos de dominación cultural y "comida de coco", me veo en la obligación de repetir, una y otra vez, mis razones.

Por que ¡coño! no es verdad que, por más vergonzosos, equivocados, inmorales, éticamente negativos, discutibles según desde donde se mire e incluso delictivos que puedan ser algunas actitudes, errores, acontecimientos o actos y decisiones políticas: ni la mesa de madera preciosa de Benach, ni el coche de Carod o las "embajadas" catalanas como la de París en la que ha enchufado a su hermano, ni las comisiones, sobornos o corruptelas cobradas por Convergència o por Unió, ni los desmanes mafiosos de muchos ayuntamientos socialistas, ni los miles de duros que tantos políticos, politiquillos y politicastros se embolsan alegremente (¡ojo!, en el resto de España también ¿eh?). Ni la política de inmersión lingüística en las escuelas catalanas, ni las multas a los comercios que no rotulan, como mínimo, en catalán (¡ojo! no a los que rotulan en castellano si no a los que solo rotulan en castellano, pasándose por el forro de los cojones la lengua oficial del país, que no es lo mismo). Ni los dineros que se gastan para el mantenimiento y difusión de la lengua y la cultura catalanas. Ni siquiera las golferías de los Millet y demás sinvergüenzas que se forran con casos como el del "Palau".

No, nada de todo esto provoca la actual crisis de Catalunya. La pérdida de bienestar y nivel económico de Catalunya. El desplome de Catalunya en el ranking de comunidades del estado español. El descenso en el vigor de su industria y comercio, la elevada tasa de paro, la pérdida de aliento, las deficiencias de sus servicios públicos, sanitarios y de seguridad social (por otra parte tan encomiables y entre los mejores de Europa que es decir del mundo, todo hay que decirlo), los fallos de su enseñanza, los apuros de sus jubilados, viudas y pensionistas, etc.

No, todo esto tiene un (casi) único o por lo menos primordial por no decir absoluto, causante.

La falta de dinero, de medios. Y no nuestra falta de recursos, si no de la imposibilidad de gestionarlos, de administrarlos nosotros, mejor o peor. Los millones de euros, equivalente a billones (con "b", de burros, que somos unos burros) de las antiguas pesetas, que cada año nos roba el estado español. Que nos cobra, nos extorsiona mediante los impuestos, tasas, gravámenes y cuotas de la seguridad social, y que luego nos devuelve en una parte ínfima y muy inferior a la que nos corresponde. Dineros nuestros, ganados con nuestro esfuerzo, trabajo y sudor, y con los cuales favorece otras zonas de España, que ni nos lo agradecen si no que, o mal informados o sencillamente malvados hijos de la gran puta, todavía nos tachan de ladrones e insolidarios. O para organismos centralizados que los consumen improductivamente o los invierten para hacernos una competencia desleal y para perjudicar nuestras expectativas de desarrollo.

Miles de millones, miles, aquí sí... ¡ Dios... !

Coronel Von Rohaut